El taller Grekov

Presentación

Pintores de batallas rusos, por
Arturo Pérez-Reverte

Leer Un caballero en Moscú, de Amor Towles, en una habitación del hotel Metropol cuya ventana da al Kremlin no es de las peores experiencias que recuerdo. Y más en estos días en los que los ruskis conmemoran el aniversario de su Gran Guerra Patria; cuando le partieron, a un costo terrible, el espinazo a los ejércitos de Hitler. Para completar el asunto hace buen tiempo, los cócteles del bar son formidables, el cangrejo del restaurante Bolshoi es insuperable, y las calles moscovitas tienen ambiente festivo, con niños y señoras tocados con la pilotka, ese gorro del soldado ruso con la estrella roja que usaba la infantería soviética en la Segunda Guerra Mundial, y que hoy es tradición recuperar, luciéndolo con orgullo por las calles; lo que da a los críos una simpática pinta de soldadito Iván y a las señoras, con sus trenzas rubias y sus ojos claros, un aspecto estupendo de partisanas entre abedules con el subfusil PPSh41 colgado del cuello. 

Coincido aquí con Augusto Ferrer-Dalmau, el pintor de batallas español, que ha venido a presentar un cuadro suyo en el museo militar de Moscú; allí donde, como pieza magna, está el águila de piedra del Reichstag berlinés, rota en pedazos y rodeada de grandes urnas de cristal con seis mil cruces de hierro capturadas a los tropas nazis durante la guerra, formando un conjunto de una justificadísima chulería patriótica orquestada con tan mala leche que, si yo fuera alemán y viera eso, me pegaba un tiro de pura vergüenza. Detalle que, desde luego, resulta útil recordatorio de que no siempre la raza aria tuvo el simpático rostro de abuelita Paz que hoy muestra frau Angela Merkel en los telediarios. 

El caso es que, gracias a Augusto y sus contactos bolcheviques, o lo que sean ahora, conseguí visitar hace unos días el legendario taller Grekov. Y digo legendario porque, a ochenta años de su fundación, el Grekov sigue siendo un lugar impresionante, catedral de la pintura histórica de este viejo y sufrido país. La idea original, y para eso nació el taller, era crear un espacio donde los mejores pintores rusos, soviéticos entonces, pudieran trabajar en obras que representasen momentos importantes; no solo soldados y batallas, sino también ciudades, puertos, paisajes donde la historia hubiese dejado huella a través de los siglos. 

Recorrer las salas y talleres del Grekov es inolvidable. Allí trabajan los mejores escultores y pintores de asuntos históricos, tanto para museos y ministerios como para empresas privadas y particulares que desean un cuadro o una escultura. También para ayuntamientos y corporaciones que destinan las obras a dependencias oficiales o a decorar parques y carreteras. Así, cada cliente pide lo que desea, y cada artista lo aborda con plena libertad. Eso produce ingresos nada despreciables que, unidos a la ayuda del ministerio de Defensa, mantienen vivo y activo el taller, convertido en formidable escuela donde los jóvenes pintores interesados en la historia de Rusia aprenden de los grandes maestros vivos y también de quienes los precedieron. Hasta cuadros e iconos se restauran allí. 

Insisto: visitar el Grekov es toda una experiencia. Lleno de maquetas, proyectos y obras en ejecución, el recinto huele a pintura fresca, yeso, mármol a medio trabajar, bronce recién fundido. Huele a la historia que los escolares visitarán en excursiones colegiales, aprendiendo más sobre sus abuelos y tatarabuelos: batallas napoleónicas, revolución rusa, guerras mundiales y conflictos modernos alternan con paisajes y retratos de todas clases. Y no se trata solo de gloria y fanfarria nacional. Hay obras que exaltan lo patriótico, por supuesto. La vieja Unión Soviética tuvo mucha tradición en eso. Pero abundan también las realistas y críticas que muestran el dolor, el desastre, la muerte, el sufrimiento y el sacrificio. La secular tragedia, las luces y sombras de la larga y compleja memoria histórica rusa.

Historia del Taller Grekov

Uno de los grandes pintores rusos de batallas fue Mitrofan Grekov. Por una variedad de razones, muchos de sus proyectos permanecieron inacabados, y a lo largo de su carrera también trabajó en otros géneros más tradicionales, como la pintura de caballete. En 1934, después de iniciar un gran proyecto de dirección de un equipo de artistas para producir una gran obra pictórica titulada “Perekop”, Grekov viajó a Crimea para documentarse y allí murió repentinamente de un ataque cardíaco. Ocurría un 27 de noviembre del año 34.

Dos días después, El 29 de noviembre de 1934, el Comisario Popular de Defensa de la URSS emitió una orden para establecer el Estudio Grekov de Arte Amateur del Ejército Rojo bajo los auspicios de una brigada especial de caballería. El sueño del artista se hacía realidad inmediatamente después de su muerte.

En los primeros años de su existencia, el equipo estaba formado por artistas aficionados, cuyos estudiantes estaban compuestos por talentosos soldados del Ejército Rojo, que continuaron recibiendo entrenamiento político y de combate mientras asistían a clases de arte en su tiempo libre. Fueron enseñados y asesorados por reconocidos artistas soviéticos miembros del Primer Consejo Artístico y tutores mensuales de estudiantes, incluidos Georgy Savitsky, Alexander Gerasimov, Yevgeny Katsman, Vasily Svarog, Nikolai Kotov, Mikhail Avilov y otros.

En 1938, de conformidad con una orden del comandante del Distrito Militar de Moscú, el estudio de estos artistas aficionados del Ejército Rojo fue renombrado como el “Estudio Grekov de Artistas de Guerra”, y el equipo de artistas profesionales que trabajarían en tareas de los comandantes del ejército comenzó a unirse.

Para entonces, los artistas del Grekov Estudio ya estaban produciendo pinturas centradas en escenas de la Guerra de Invierno, después de viajar a la primera línea en el invierno de 1940, un viaje que demostró su resistencia y capacidad para trabajar en condiciones de campo difíciles. Los esfuerzos se centraron en mejorar las habilidades profesionales de los miembros del Estudio.

Durante los primeros días de la Gran Guerra Patria, el Estudio tuvo la tarea de producir carteles en serie que se distribuirían a diferentes unidades del ejército. Durante la guerra, lanzaría centenares de carteles que se convirtieron en símbolos de la época.

En el invierno del 41, un grupo de jóvenes artistas militares del Estudio fue al frente occidental para integrarse con el ejército. A principios del invierno de 1942, el Estudio cumplió una importante misión cuando un grupo de sus artistas viajó a Stalingrado. Los artistas trabajaron directamente como parte de las unidades del ejército, bosquejaron episodios de combate e instalaciones industriales, así como escenas memorables de la batalla.

Grupos de artistas del Estudio avanzaron junto con las tropas, llegando a Varsovia, Praga, Bucarest, Budapest y Viena, esbozando las batallas y los pueblos liberados. Cuando el ejército soviético comenzó su ofensiva en Berlín, los artistas militares estaban listos, capturando los intensos combates en las afueras y en las calles de la ciudad en una serie de dibujos y bocetos. Las actividades de los artistas del Grekov en tiempos de guerra culminaron con la visita de Nikolai Zhukov a los juicios de Nuremberg, en el curso de la cual creó más de 200 retratos, de criminales de guerra nazis, abogados defensores, testigos, jueces y periodistas.

El estudio hizo una contribución significativa a la historia de Rusia y de Europa. Su participación inmediata en la acción militar permitió a los artistas transmitir de primera mano en sus obras la realidad de los campos de batalla, por lo que, para cada artista del Estudio, la guerra se convirtió en una escuela de artesanía profesional y una base valiosa para sus futuros trabajos que, en tiempos de paz, se han transformado en auténticos testigos de la Historia.

Hoy, cada nuevo proyecto del Grekov cumple con un complejo y necesario objetivo pictórico, cultural y educativo.

El equipo creativo único que es el Grekov Studio of War Artists aúna una excelente variedad de profesionales desde hace más de ocho décadas. Un tesoro cultural del arte realista ruso, con decenas de miles de pinturas, piezas gráficas y esculturas creadas por artistas de primerísimo orden nacional e internacional.

Adicionalmente, Los artistas del estudio han participado en proyectos centrados en la restauración y la creación de murales y tablas para iglesias, así como imponentes frescos. Hoy, el estudio cuenta con un gran equipo de 30 artistas excelentes que trabajan en la línea del realismo contemporáneo, pintores, escultores y artistas gráficos altamente calificados que se encuentran entre los “Top 100” de los mejores artistas de Rusia. Enriqueciendo y respetando las directrices de Mitrofan Grekov, estos pintores contemporáneos de batalla, los “grecovianos”, como se llaman a sí mismos con orgullo, continúan manteniendo las más altas tradiciones del arte realista ruso.

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